jueves, 10 de mayo de 2012

Una nación que se construye con lágrimas.

¿Hasta cuándo el dolor será con lo que nos paga el estado? ¿Cuántos otros niños verán afectada su vida gracias a despiadada actividad de los criminales? Como todas las mañanas hoy me he sumergido en las noticias y la amargura se poseyó de mi al leer, que una joven madre, estudiante, trabajadora, de apenas 22 años quien sufría de cáncer y batallaba para salir adelante con sus hijos; fue víctima del horror que se vive en Venezuela, fue mortalmente herida por unos delincuentes para despojarla de sus pertenencias. Yeseini Rincón era su nombre; sus hijos aterrados abrazados a ella vieron como agonizaba y finalmente fallecía. Imaginen por un breve instante ese dolor, lo que sentiría esa madre que había jurado batallar contra el cáncer y que la enfermedad no se interpondría entre ella y la felicidad de sus hijos. Pongamos el nombre que quisiéramos, analicemos los ¿por qué? e invariablemente siempre será algo malvado e injusto; siento el llanto y la angustia de esos pequeños de apenas 5 y 7 años… el sólo recordar esto me crispa y hace retorcer de pena. ¿Qué nos pasa como sociedad? ¿dónde está el limite? Las reacciones ante algo como esto considero deberían ser contundentes, es una aberración contra la mujer, contra la infancia y es una muestra más de la enfermedad que sufre nuestra maltrecha patria. Simplemente no se puede evitar expresar la indignación y frustración al leer asuntos perversos como este. Nuestro país cabalga sobre un corcel, que a galope velos nos conduce a tiempos todavía más oscuros, Venezuela se ha transformado en un país vil, donde la impunidad es alarmante, el hampa cobra visos sádicos y lo despiadado de los horrendos crímenes me hacen temblar de pavor. Históricamente esta nación ha sufrido los embates de la corrupción judicial, de la mal sana política pública para combatir y prevenir el crimen, la educación hace décadas que va marcha atrás; pero ahora, cuando pienso en el presente mientas escribo estas líneas me doy cuenta que nuestro realidad actual, el hoy, es terrible y grotesco. No se cual será la solución pero no podemos seguir impávidos ante noticias como esta, pobres niños que sin duda quedan marcados para toda la vida. Los vándalos estarán tranquilos y sin ápice de arrepentimiento, la delincuencia sabe que no tiene nada que temer, ya el temor a un estado represor no espanta a nadie y lamentablemente ni tan siquiera nuestro primitivo temor a Dios existe. Venezuela cabalga sobre un corcel que expele fuego y sin duda el calor del infierno nos espera.

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