martes, 23 de abril de 2019

La nueva vuelta al Sol...

A Billy Joel, a García Lorca por ser el inicio y el final, a
Condorito por enseñarme a caer ante lo insólito, al Llano por sus lecciones de algebra imposible, a Bach, a las tardes de marzo, a las flores de abril, a Mohamed Ali, a Soda Stereo, a las bombas de agua en Carnaval, a los pájaros que llegan a la ventana, a la brisa que sacude las matas, al gran Ángel Custodio Loyola, al polvoriento pueblo en donde nací, a los libros que leí, al Zorro que montó a Tornado, a Jean- Michel Basquiat, al Indio Fernández, a Germán Mendieta, a las salas de cine donde me refugie en las funciones de matiné, a Rajatabla, al ballet, a los aplausos después de una función, a las monjas que me reprendieron, a los curas que me aconsejaron, a los caballos con los que cabalgué mientras la tarde moría, a Cristóbal Rojas, a quienes se fueron buscando fronteras en la galaxia, a los locos perdidos en mi alma, a mis padres y sus abrazos, a mis primos que siempre me defendían y se anotaban conmigo a dar duras golpizas, a mi abuelita quien fue todo, a las oraciones que repetí, a san Jorge, a la Virgen de Fátima, a Dios sobre todo, a las montañas de dulce que tragué, a quienes admiré, a la arena del mar a quien inútilmente intenté contar, a el ecuador de mis razones el cual crucé sin saber si retorné, al perro que estando herido lamió mi brazo, al prójimo que me recordó mi fortuna, a Canserbero por su prosa que se acunó como puñal, a Chabuca Granda, al inventor de la bala cuya obra me salvó 2 veces, a los bandoleros con los que me conseguí, a las poesías que escribí, a la verdad que descubrí, a mis exploraciones en los museos, a Pedro Infante, a mis amigos con los que reí y sufrí, a Víctor Valera Mora, a las metras que perdí, a las minitecas con las que bailé, a las paredes que pinté, a Jorge Negrete, a Diego Maradona por sus goles, a las vacas que se murieron, a quienes hicieron pan caliente, a quien me quitó las vendas, a quien me dio una lupa que puede ampliar el alma, al montón de estrellas que en noches errantes miré, a la cajita de música que siempre escuchaba, a Caracas donde viví todo pero no soy parte, al asfalto donde dejé mucha piel, a la sensación de cuando llegaba a un lugar ya quería irme, a la sonrisa de los niños, a los arboles cargados de ciruelas, a Joselo, a los inter cursos de mi colegio, a los trompos que siempre giraron, a Alain Delon, a Ayrton Senna por correr a toda marcha, a Raquel Welch y su figura de sueños, a las ganas de comenzar de nuevo, a la ilusión de corregir, a mis oraciones de rodillas invocando la gracia del Cielo, a los castillos en la playa que nunca hice, al olvido que fue medicina, a los choques de frente con la realidad, a las canciones que una y otra vez y otra vez repetí, a Mafalda por llamarme a la reflexión, a la lluvia que en gotas vi caer por los viejos tejados, a la piel en donde mis manos se han escurrido, a la carne que mordí, a los gritos, a lo que sé y en secreto guardé por siempre, a las hornillas en las que cociné, a los pinceles y colores, a la sangre que seca se durmió entre las telas de mis camisas, a los cientos de velas que encendí, al temor a morir, a las mariposas, al tiempo perdido, a lo que me faltó hacer, a tantas cosas que llevé a cuestas, a la conciencia que algunas veces fue ligera y otras un pesado fardo, a las mujeres que amé, a las mujeres que me dieron lo mejor de si, a los peces voladores, a la linterna sin batería, a mis pasos perdidos, al viejo inventario de haber vivido, a mis cambios para seguir siendo el mismo, al mundo imaginario donde me refugié, a lo que pensé y no fue, a lo que sentí, y a lo que creí era Universo fantástico donde murieron las caricias, a la traición de las promesas más bonitas, a quien por ser la bruma efímera de un corazón enfermo se perdió en la memoria de lo que no existió. A todo esto, gracias.

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